miércoles, 23 de diciembre de 2020

Despedidas

Mireya Patricia Bernal (coautora) - Adrián Felipe Vásquez (coautor/editor)

Dicen que, en la vida lo único seguro que tenemos es la muerte, cuán cierto es esto, dos palabras contrarias, pero a la vez íntimamente relacionadas por un hilo tan delgado que serían los momentos que aún tenemos para vivir.

Muchos vivimos por vivir, sin pensar en cómo deseamos hacerlo y no se trata solamente de los anhelos que esperamos cumplir, sino de la actitud ante los obstáculos que se nos presentan.

La manera cómo viviremos nuestro último día es algo difícil de imaginar, porque la muerte llega muchas veces sin avisar, salvo cuando padezcamos de alguna de las cinco grandes enfermedades: rara, crónica, terminal, incurable o catastrófica, donde el cuerpo y la mente se van desgastando y con ello la llama de nuestro ser.

Y de lo anterior, lo difícil son las despedidas, pues siempre tienen un tono nostálgico, de dolor y de sufrimiento humano. El dejar partir al ser amado, no es fácil, muchas veces nos aferramos a su presencia física, sometiéndolo a lo que sea necesario aun cuando la consecuencia sea que pase el resto de sus días anclado a una cama, con asistencia artificial y dependiendo del cuidado del otro.

Nuestro caso, si llegáramos la agonía, nuestros últimos momentos serían para ponernos a cuentas con Dios, aunque es algo que lo debemos hacer cada momento, pedir perdón o perdonar y arrepentirnos por aquello que hemos hecho mal. No quisiéramos clínicas, solo ir a aquel lugar que nos produce paz o mejor dicho estar en paz. De seguro, muchos de nuestros familiares ancianos querrían eso, vivir cerca de los suyos en comunión, que los lleven a aquel lugar donde sienten tranquilidad y vivir sus últimos momentos fuera de una fría, sola y triste cama de un hospital.

Sin duda, despedirse es difícil, doloroso, incómodo, pero conforme vivimos nos enfrentamos a las despedidas, para algunas no estuvimos preparados porque llegaron de forma inesperada, otras ya son anunciadas, lo cierto es que mientras respiremos más “hasta pronto” tendremos.

Con cada año que termina es otro que ya no tenemos, a lo que sumamos otras pérdidas, resaltan las personas que se han ido.

El sentimiento de pérdida será inevitable, porque lo único seguro que tenemos en la vida es la muerte, como la otra cara de la moneda, por eso hay que disfrutar de cada instante a plenitud. 

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