sábado, 18 de abril de 2020

Lo que tengo, te lo doy


Mireya Patricia Bernal (coautora) - Adrián Felipe Vásquez (coautor/editor)

En nuestra casa no hay gel desinfectante pero sí un poco de alcohol, cloro, vinagre, jabón y mucha agua. Frente a la cuarentena COVID-19, tratamos de tomar las medidas necesarias dispuestas, como no salir, pero sin irnos a los extremos o caer en pánico, dando lugar a temores sin fundamento.

En nuestra casa, la nevera no está repleta, las compras siguen siendo para la semana, tratando de usar con creatividad lo que se tiene a mano, sin desperdiciar, porque no estamos en tiempos de hacerlo y, sí lo estuviéramos, tampoco es lo correcto.

En nuestra casa, sabemos que cada mes que termina y otro que inicia hay: cuentas por pagar, gastos por hacer e inversiones por estimar, en lo último se incluye el ahorro para tiempos difíciles, como el que estamos atravesando. Y, como muchos, nos preocupa el trabajo, la estabilidad laboral y los ingresos, pero en Dios confiamos.

Sin embargo, también pensamos en todas aquellas personas, conocidas y desconocidas, que pueden encontrarse en situaciones apremiantes, porque nuestras realidades son muy distintas: aquellos que permanecen hacinados en una vivienda, compuesta por una sola habitación; familias que viven en condiciones no adecuadas, en lugares donde no tienen acceso a servicios básicos y el clima no aporta a su encierro; niños cuya única diversión era ir a la escuela, salir al parque o jugar con sus amigos del vecindario; o, incluso, quienes deben permanecer encerrados con sus potenciales agresores.

Es verdad, mientras dura la crisis de salud, ahora también humanitaria, tenemos que permanecer en nuestros hogares, para preservar nuestra vida, hay que esperar, pero para los que viven del diario: la espera se vuelve agonía; y, a ello hay que sumar, a la realidad de todos, los ineludibles egresos, entre estos: préstamos, alquileres y necesidades básicas. Vivir impagos, con sueldo disminuido o sin ingreso fijo, de seguro, complica el panorama y agudiza la prexistente crisis socioeconómica, sobretodo de los que menos tienen, sumada a la inoperancia, ignominia y falta de liderazgo de algunos gobiernos de turno.

Por tanto, creemos que son tiempos de reflexionar e incluir en nuestras oraciones a todos aquellos que sufren en silencio, en abandono o en soledad y mirar, si a parte de elevar nuestras plegarias, podemos hacer algo más, porque es fácil juzgar,  lo hemos hecho muchas veces, cuando no calzamos los zapatos del otro, pero “cuando la boca calla y el corazón habla”, damos lugar a la empatía, esto me hace recordar un pasaje de la Biblia, narrado en el libro Hechos de los Apóstoles: un hombre cojo, pedía limosna a la puerta del templo, el cual cuando vio a Pedro y Juan que iban a entrar, les pidió misericordia, más Pedro le dijo: “…No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te lo doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (Hechos 3: 6)

De seguro, en tiempos de necesidad, habrá algo que podamos dar, que no se quede en nosotros el buscar hacer el bien y podamos decir como Pedro: “lo que tengo, te lo doy”.

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