Mireya Patricia Bernal (coautora) - Adrián Felipe Vásquez (coautor/editor)
Mi hija, despierta
temprano todas las mañanas y entra a nuestra habitación a interrumpir nuestro
sueño, lleva siempre en sus brazos dos o más peluches y la ilusión de que otro
día más podrá jugar con papá o mamá, aunque sea por un ratito.
Mientras realizamos las
labores cotidianas, la veo buscando el mejor momento, para que su papá o su
mamá: tome los juguetes, los hagan hablar e interpreten fantásticas aventuras,
con la creatividad e imaginación.
En muchas ocasiones, le
decimos que no estamos de vacaciones sino de cuarentena por la pandemia
COVID-19. Ella sabe lo que está sucediendo, pero se enfoca, como debe de ser, en
la parte buena: tener a sus padres en casa todo el día.
Una noche, mientras la
acompañaba para dormir me dijo: “cuando
me toca ir a la escuela, me da mucha pereza levantarme temprano”, fue
entonces cuando le pregunté: ¿por qué
ahora te levantas temprano? y, me respondió algo que yo ya había intuido,
mas quería escucharlo de sus labios: “porque
me gusta jugar con ustedes dos”.
En el estrés de la
vida, en el diario trajinar, con las obligaciones de adulto, se nos olvidan
muchas cosas, entre ellas: detenernos y regalar tiempo, en el libro: Enfrente a
sus Gigantes de Max Lucado, hay una parte en la que menciona lo siguiente: “los niños, deletrean el amor en seis
letras: T-I-E-M-P-O”.
No sé, cuántos niños
estarán disfrutando del amor transformado en tiempo con sus padres, hermanos y
otros familiares; y, no sé cuántos padres, hermanos y otros familiares lo estén
entregando, pero podemos aprovechar, que en medio de esta crisis de salud y
humanitaria, se nos brinda la oportunidad de poder hacerlo: dar amor al dar
tiempo y su triple C: cantidad, calidad y calidez, general (a todos) y
específico (a este ser querido)
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