viernes, 27 de marzo de 2020

Nos estamos exterminando


Mireya Patricia Bernal (coautora) y Adrián Felipe Vásquez (coautor/editor)

Nos estamos acabando los unos a los otros. Nos estamos exterminando nosotros mismos, de las formas más lentas, más crueles y más impensables posibles, por ejemplo:

Con lo que comemos, vestimos, callamos, decimos, vemos, escuchamos y hasta con lo que conocemos, ignoramos u omitimos, pero pasa en el mundo. 

Cuando despreciamos, insultamos, burlamos, ofendemos, ignoramos o desentendemos del sufrimiento ajeno, con casi total indolencia. 

Al producir, vender, consumir, acumular o desechar, una serie de cosas que contaminan, destruyen y están matando el llamado: planeta azul, en el que vivimos.

Al no respetar la naturaleza, bien no renovable que nos fue entregado para ser cuidado y que cada día presenta alarmas de su delicado estado.


Al aumentar la cifras de especies vegetales, animales y minerales, que han entrado en la lista de peligro o que, definitivamente, ya no existen sino en los libros de historia.

Al provocar incendios, deshielos, sequías, inundaciones, sismos y otros fenómenos antes naturales, debido al cambio climático y la huella en la capa de ozono.


Al crear armas nucleares, biológicas o digitales y con ello guerras fabricadas, con base a intereses mezquinos, ideales fraccionarios y dogmas extremistas.

Al crecer los índices de inseguridad, violencia, desamparo, miedo, estrés y otros que vulneran la delicada estabilidad de la estructura biopsicosocial humana.

Al provocar en el cuerpo lo que llevas en la mente como signo de la descomposición de la esencia humana que ve al que es diferente como un rival, un enemigo y una diana.

Al llevar en tu alma lo que no lograr sanar en el corazón, teniendo, hoy por hoy, en la mente la meta del poseer sobre el ser y el hacer el bien.

Al aprovecharnos de los más débiles, para adquirir, demostrar e imponer poder, llevando a nuestro paso vidas y dejando muerte, desolación y desesperanza.

Al haber endurecido nuestro corazón, pues permanecemos quietos, impávidos o quemeimportistas, llevando con nuestro postmoderno estilo de vida: a la especie humana a su fin.

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