Otro fin de semana ha pasado
y los abuelitos solos están,
y los abuelitos solos están,
aquella
casa antes iluminada,
se encuentra en tinieblas, otra vez más.
Con
ilusión anhelan,
que algún hijo llegue,
que algún hijo llegue,
que un nieto se acuerde,
pues allí los esperan sin más.
pues allí los esperan sin más.
Ya
la estufa está fría,
es peligroso acercarse a ella,
después
de todo, la vida se extingue,
al igual que las fuerzas.
Han anhelado que los hijos se reúnan,
pese a sus diferencias,
los
días en que la abuela preparaba,
deliciosas meriendas.
¿Quién
no recuerda los asados con aliño especial
o, los panes que en el horno sabía hornear?
El
café preferido, por chicos y grandes,
combinado con los sabores y los aromas
de bocadillos, roscas, tamales,
quimbolitos o humitas, que en la memoria quedarán.
combinado con los sabores y los aromas
de bocadillos, roscas, tamales,
quimbolitos o humitas, que en la memoria quedarán.
El
abuelo camina lento, pero no quiere abandonar
aquel terreno y su idea de libertad; y,
aquel terreno y su idea de libertad; y,
la
abuela vuelve al pasado, no deja de refunfuñar.
La lucidez, por momentos se esconde,
llevándose la cordura y surge a flor de piel:
lo que con el paso de los años,
ha ido acumulando en su mente y en su corazón.
Se convierten en niños,
aunque su piel los delate,
pero son vistos como grandes,
íconos de la experiencia y la sabiduría.
La lucidez, por momentos se esconde,
llevándose la cordura y surge a flor de piel:
lo que con el paso de los años,
ha ido acumulando en su mente y en su corazón.
Se convierten en niños,
aunque su piel los delate,
pero son vistos como grandes,
íconos de la experiencia y la sabiduría.
Los
días intermitentes,
entre cortos sueños y largos desvelos,
vienen acompañados del
dolor de sus huesos,
arrugas en el rostro y nieve en sus cabezas.
Necesitan tantas cosas, pero sobre todo
compañía,
lo
que más hiere de seguro es la soledad
que se vuelve infinita y, la añoranza de
lo que fue ayer
que hoy ya no lo es y no volverá a ser.
Y, al no saber cómo expresar sus sentimientos, como decir: "hijo te necesito, ven a
visitarme más seguido",
comienzan los berrinches incomprendidos,
aquellos que
tenemos cuando somos infantes.
Quizá
sea tiempo de callar,
de entender que su vida se escapa,
que dentro de poco ya
no estarán,
que sus días son contados y marcha atrás.
Quizá sea el momento de no tomar como personal,
sino de acompañar un poco más sus últimos días,
pues independientemente de
cómo fueron,
ellos también acompañaron nuestras vulnerabilidades
y son parte de nuestra
historia vital.
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