viernes, 20 de marzo de 2020

Los abuelitos

Mireya Patricia Bernal (coautora) - Adrián Felipe Vásquez (coautor/editor)

Otro fin de semana ha pasado 
y los abuelitos solos están,
aquella casa antes iluminada, 
se encuentra en tinieblas, otra vez más.
Con ilusión anhelan, 
que algún hijo llegue, 
que un nieto se acuerde, 
pues allí los esperan sin más.

Ya la estufa está fría, 
es peligroso acercarse a ella,
después de todo, la vida se extingue, 
al igual que las fuerzas.

Han anhelado que los hijos se reúnan, 
pese a sus diferencias,
los días en que la abuela preparaba, 
deliciosas meriendas.

¿Quién no recuerda los asados con aliño especial
o, los panes que en el horno sabía hornear?
El café preferido, por chicos y grandes, 
combinado con los sabores y los aromas 
de bocadillos, roscas, tamales, 
quimbolitos o humitas, que en la memoria quedarán.

El abuelo camina lento, pero no quiere abandonar
aquel terreno y su idea de libertad; y,
la abuela vuelve al pasado, no deja de refunfuñar.
La lucidez, por momentos se esconde,
llevándose la cordura y surge a flor de piel:
lo que con el paso de los años,
ha ido acumulando en su mente y en su corazón.

Se convierten en niños, 
aunque su piel los delate, 
pero son vistos como grandes,
íconos de la experiencia y la sabiduría.

Los días intermitentes, 
entre cortos sueños y largos desvelos, 
vienen acompañados del dolor de sus huesos,
arrugas en el rostro y nieve en sus cabezas.
   
Necesitan tantas cosas, pero sobre todo compañía,
lo que más hiere de seguro es la soledad 
que se vuelve infinita y, la añoranza de lo que fue ayer 
que hoy ya no lo es y no volverá a ser.

Y, al no saber cómo expresar sus sentimientos, como decir: "hijo te necesito, ven a visitarme más seguido",
comienzan los berrinches incomprendidos, 
aquellos que tenemos cuando somos infantes.

Quizá sea tiempo de callar, 
de entender que su vida se escapa, 
que dentro de poco ya no estarán, 
que sus días son contados y marcha atrás.

Quizá sea el momento de no tomar como personal, 
sino de acompañar un poco más sus últimos días, 
pues independientemente de cómo fueron, 
ellos también acompañaron nuestras vulnerabilidades 
y son parte de nuestra historia vital.

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